Trailer Alien (1979)

martes, 12 de julio de 2011

Un brujo en la Calle de la Luna


A Yagom le encantaba pasear por el centro de la ciudad. A los pocos amigos que le quedaban, les confesaba que la ciudad era la manifestación externa de subconsciente, y por lo tanto era tan importante conocerla como conocerse a uno mismo…

Uno de esos lugares madrileños por el cual sentía debilidad era la Calle Luna, entre la Calle del Desengaño y San Bernardo.

Pero no penséis mal. El brujo no acudía al lugar por las putas, ni a conseguir droga. Si bien es cierto que las prostitutas, los vagabundos y los yonkis formaban parte del encanto de la plaza.

Su interés era casi académico, meramente informativo. Al menos por el momento…

La cuestión era que, según la leyenda, en tiempos de Isabel la Católica hubo dos familias enemistadas que disputaban entre sí cierto control de la zona.

Sus señores, Don Alvaro de Cordoba y Don Francisco de Crispi poseían dos importantes palacios construidos en las calles cercanas.
En cierta ocasión, los hombres de Alvaro y Francisco pelearon hasta la noche.
Sobra decir que en aquella época, no había alumbrado artificial en las calles, por lo que las sombras y la oscuridad se apoderaron de la situación, y ninguno de los combatientes lograba ver gran cosa.

Así las cosas, todo podría haber terminado por aquel día, para retomar las escaramuzas más adelante, en algún momento más propicio. Sin embargo, quiso el destino que la luz de la luna acertara a iluminar claramente el palacio de los Crispi, situación que aprovecharon Alvaro de Córdoba y sus hombres para cargar contra ellos y darles muerte…

Don Alvaro, agradecido al suceso, mandó construir una luna de piedra, con la que adornó su palacio de ahí en adelante.
Por todo ello, cuenta la historia que la zona pasó a llamarse Calle Luna…

Huelga decir que a Yagom le encantaba dicha leyenda. No solo por lo truculento de la historia, digna de aparecer en alguna película, sino por todo el simbolismo que la rodeaba.
Así, el suceso de “un rallo de luz que descendía del cielo” y otorgaba la victoria a uno de los bandos, ya era tema viejo en la magia y los milagros.

Igualmente, la Luna es un arquetipo elemental, relacionado con la imaginación, el diablo, la creatividad y la sexualidad, y las fuerzas oscuras de nuestra psique.
Así, a Yagom le parecía lógico que la “acción divina” de la luna hubiese terminado en un baño de sangre regando las calles.

Más aún, toda esa sangre probablemente habría fortalecido un pacto no escrito con el arquetipo lunar, sometiendo la zona a su influencia. De hecho, parecía que la Luna seguía reinando en la zona.
Las prostitutas, los yonkis y los vagabundos que poblaban la plaza eran claramente elementos asociados a las fuerzas de la sexualidad, la deriva y la autodestrucción que siempre se habían asociado con la Luna.

Resulta de interés señalar que las inmediaciones de la Calle Luna eran densamente poblados por tiendas de comics, juegos de rol y literatura fantástica, y en la propia plaza hay unos antiguos cines en clara decadencia, por lo que saltaba a la vista que el dominio de la imaginación se había asentado en aquel lugar…

Por ello, llenaba de satisfacción al brujo pasear por las cercanías de la zona, y sentirse tan cerca de uno de los arquetipos primarios de la magia.

Quizás, pensaba Yagom, algún día todas estas fuerzas latentes dieran paso a algo más grande, y la Luna les ofreciera, también su cara bondadosa, la lejana gran madre que vela de sus hijos, los locos, los poetas, y los brujos.
Un gran hechizo de sanación, que arrancase de la plaza, y se extendiera por toda la ciudad.
Tam, tam, tam. El sonido de los tambores subterráneos, marcando el avance de la magia, y la toma de conciencia. Tam, tam, tam. El sonido se arrastraba, alcanzando cada espacio, cada agujero abandonado por la luz del sol. La Lejana Gran Madre, descendiendo sobre la ciudad, y abrazando a sus hijos perdidos…

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