A comienzos del año 2022, la urbe cayó en el colapso informativo.
Algunos acusaron al Frente de Liberación Hacker. Otros se centraron en criticar al gobierno de la República, como siempre se solía hacer.
Fuera como fuera, la fuga de información puso en entredicho la totalidad del sistema estructural.
Los tabloides hablaban de corrupción generalizada. Una ciudad podrida hasta el hueso. El dinero comenzó a huir, y el pánico se extendió.
Un par de altos funcionarios se suicidaron, saltando desde la torre Hispanier. Los medios internacionales sacaron tajada, y hubo hasta un video-dj espabilado que aprovechó las tomas para lanzar su propio videoclip “Miedo y asco, Capital”.
Y en el fondo, a pesar de la debacle, la gran espiral de crisis y hundimiento que acosó a la ciudad sirvió para hacer que los ciudadanos se reencontraran con su verdadera raíz.
Se desarrolló una autentica comunidad de apoyo mutuo en torno al río. Hubo turbas que cazaron a antiguos banqueros y funcionarios, y se sucedieron las ejecuciones sumarísimas.
Progresivamente, el caos poco a poco se fue aglutinando, condensando, y de aquella masa informe de ruido y rabia amaneció una nueva conciencia, asentada en la autentica conexión con la metrópolis.
Un año después, los Hijos de Cibeles se hicieron con el gobierno de la ciudad. Se instauraron las danzas nocturnas y los rituales a la diosa de la fecundidad, y por fin, la ciudad volvió a ser un referente productivo en la región…
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